sábado, 25 de octubre de 2008

En el polígono


Cuando llegamos al polígono eran las seis y diez de la mañana. Pilar venía de fiesta con medio gramo en el cuerpo, sus tacones fucsias de Mango y el maquillaje rehecho. Se quitó los zapatos y se encaramó al andamio como un gato, donde la seguí no sin esfuerzo.

-   No lo entiendo –me dijo de repente con un tono que se encaminaba a buen paso hacia el reproche-. 

-    ¿El qué?

-     Lo de  Bolaños.

-     Bolaño. ¿Qué no entiendes?

-     Lo de elegir escritores para cometer un delito o lo que sea.

-     

-     ¡¡Joder Rubén!! Y por qué me cuentas eso… ¡Entonces que coño pinto yo aquí pegando el puto cartel de la editorial, si sabes que el único libro que me he acabado es El código Da Vinci!

-     No te rayes, Pili, estás muy pedo –le dije, tratando estúpidamente de adaptar mis palabras a su lenguaje y de obviar la sagacidad de las suyas. Pasado un instante le acaricié el pelo a la altura de la nuca, en un gesto fallido-

Ayer, cuando volví a la imprenta tras varias semanas, vi que habían retirado el andamio y que el cartel, sorprendentemente, sigue allí.

R.H.

1 comentarios:

David Sánchez dijo...

Estos mini-relatos de acción imaginaria me tienen embelesado!